La multimedia, por su poder estimulante, fácilmente conduce a la impresión de
ser un asunto de ejecución, de habilidades y destrezas, sin embargo, no es del
todo así. Es verdad que puede ejecutarse con el dominio del software
adecuado, o incluso de manera intuitiva, pero el resultado no dejaría de ser
mera inspiración, en cuyo caso se alejaría de lo que la multimedia implica: la
elaboración de un plan o proyecto. En otras palabras, la multimedia no es
inspiración sino diseño. Como tal, debe apoyarse en la claridad de su
concepción, actividad que es eminentemente teorética y que se expresa en sus
conceptos.
El diseño de la multimedia se apoya en el bagaje teórico-disciplinario
que la conforma, de ahí que su dominio, criterios y gusto, no pueden darse sin
acudir a concepciones teóricas, varias de ellas compartidas con el arte, de
modo que puede afirmarse, si se permite la expresión, que hay un arte de la
multimedia para la que es fundamental el concepto.